Cuando se tumba un árbol, más que el árbol en sí mismo, lo que representa más riqueza (no en términos de codicia, que es como se monetiza todo), es la diversidad de vida que dependía de ese árbol. Al caer el árbol, el pájaro pierde su nido y abajo muchos son aplastados en la caída. Con esto no diré que Alfonso Reyes es el árbol que perdimos, pues la vida de los hombres puede verse como la vida de árboles que aún después de desaparecer físicamente, se mantienen vivos en el gran bosque de la imaginación.
La introducción, en cambio, es útil para mostrar que alrededor de todo gran literato, anida la gran riqueza de las diversas ideas que promueven y suscitan. Esas ideas, a su vez, anidan en nuevos hombres, que las hacen suyas y las convierten en savia de su propia corteza. Es entonces cuando se puede decir, se crea una tradición.
Con esto que digo, inicio una nueva sección del Plano oblicuo, El espejo, llamada así para mostrar la vida que alimentaba el árbol. En tal caso, se trata tanto del espejo de Sthendal como del espejo de Carrol, pues no se trata sólo de ver las ideas de Alfonso Reyes reproducidas, sino de adentrarse en los vericuetos de la manera en esas ideas y de la manera como fueron expuestas abre y recorre caminos a veces impensados.
En mi caso, conocía a Alfonso Reyes de la mano de Rafael Gutiérrez Girardot. Por esta razón, ahora que me encuentro en la red esta entrevista de Juan Manuel Mogollón, entrego el enlace porque él conduce hacia don Alfonso y se puede ver, en el trabajo de Gutiérrez, la manera como ese gran árbol alimenta otras vidas, otras posibilidades.
http://ludimia.blogspot.com/2007/10/rafael-gutierrez-girardot.html
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